1 ago 2012

Confesiones de un serieadicto

Reproduzco a continuación la entrevista completa que me hizo Natalia Marcos para el estupendo reportaje que ha publicado en El País.


Cada vez es más habitual que los fans de una serie vean del tirón una temporada o incluso una serie entera. ¿Crees que los guiones de las series influyen en esta práctica, con cliffhangers al final de los capítulos e historias que buscan enganchar al espectador?

Históricamente hay dos grandes clases de series de televisión, aquellas en que cada episodio tiene tramas autoconclusivas (es un palabro que odio, pero no hay otro mejor) y las que desarrollan tramas de continuidad que duran toda la temporada. Las televisiones por cable prácticamente no producen series autoconclusivas. Las networks (cadenas generalistas) hacen indistintamente unas y otras. Y actualmente no se producen series autoconclusivas puras (como era “Colombo”, por ejemplo) sino que siempre incluyen en mayor o menor medida tramas de continuidad (como en “House”).

Las series que generan ese tipo de enganche del que hablas son las del segundo tipo, las que se cuentan en continuidad. Es decir, casi todas las series de cable y algunas de networks. Sin embargo, las que usan de manera más sistemática recursos como los cliffhangers a final del episodio son las de networks. Los ejemplos más claros serían “24” (de FOX) y “Perdidos” (de ABC). Las series de cable, al no depender de los índices de audiencia digamos que no hacen un gran esfuerzo por atrapar al espectador, lo seducen de una manera más sutil, tomándose más tiempo. No encontrarás esos recursos en “Los Soprano” (HBO) o “Mad Men” (AMC).


¿Qué técnicas utilizan los guionistas para mantener el interés del espectador durante, digamos, 3-4 horas seguidas (4-5 capítulos del tirón)?

No creo que ningún guionista tenga en mente mantener el interés del espectador durante tres capítulos. Bastante tiene con hacerlo durante cada episodio. Esa forma de consumo “bulímica” obedece a factores que nada tienen que ver con el mercado al que están dirigidas las series en primera instancia. El espectador americano ve los capítulos en emisión, semana a semana. Aquí esa misma serie tarda en emitirse varios meses, o no llega nunca, y por eso la gente se la baja de internet o la compra en DVD.


¿Crees que los guiones han cambiado en los últimos tiempos para alimentar más estos enganches a las series? ¿Podría haber ocurrido con las series antiguas o es algo que tiene que ver más con las posibilidades tecnológicas (descargas, comprar DVD, los maratones que programan las propias cadenas...)? Es decir, ¿son más adictivas las series de hoy en día que las de antes?

Si las series son más adictivas ahora es porque son mejores, más complejas. Vivimos una era dorada de la ficción televisiva, sobre todo en Estados Unidos. El cambio fundamental se produjo a finales de los noventa, cuando HBO empezó a hacer series. “Los Soprano” lo cambió todo. Antes había grandes series, por supuesto, pero cuando las cadenas de cable se lanzaron a la ficción se produjo un salto cualitativo importante. Los guionistas empezaron a disfrutar de mayor libertad creativa y a tener el control de las series. Se abordaron proyectos más ambiciosos desde un punto de vista dramático. Las networks tuvieron que ponerse las pilas cuando vieron que las series de cable acaparaban los emmys y el nivel general subió.





¿Los cambios en los hábitos de consumo de televisión están afectando al trabajo de los guionistas en este sentido?

La verdad, no me imagino a Aaron Sorkin, Matthew Weiner o Vince Gilligan pensando mientras escriben sus series en que a este lado del Atlántico los espectadores van a verse de una sentada una temporada de “Newsroom”, de “Mad Men” o de “Breaking Bad”. Si Sorkin tuviera que tener eso en cuenta probablemente volvería al crack.





¿Hay algún género concreto o algún tipo de serie que propicie este tipo de maratones?

Como he dicho, no es una cuestión de género, sino de formato. Por muy fan que seas de Grissom no creo que te puedas ver una temporada de “CSI” del tirón. Con Tony Soprano o Don Draper o Walter White, por ejemplo, eso es perfectamente posible. Y no te digo nada con Jack Bauer.


¿Consideras algo positivo para el espectador consumir una serie de esta forma? ¿No es posible que haga más difícil digerir lo que se está viendo?

Un atracón siempre genera problemas de digestión. Y se ha perdido cierto ritual. Cuando yo era joven tenía que esperar una semana, contando los días, para ver un nuevo episodio de “Twin Peaks” o “Expediente X”. No hacías planes para esa noche. Como dijo en una ocasión Tarantino, los jueves él sabía que ya no iba al cine: daban “Urgencias”. Ahora que están reponiendo “Curro Jiménez” en La2, en cuanto oigo la sintonía de la cabecera yo me teletransporto en mi DeLorean particular a las noches de domingo de mediados de los setenta, es una sensación física. Y en las casas sólo había una tele, se veía en familia, era una experiencia compartida. Ya que estamos usando analogías con las drogas (adicción, enganche) podríamos decir que antes se consumían series como se consumen las drogas blandas, en grupo, compartiendo, y ahora, como con las drogas duras, ver tele es algo más solitario y por ello quizá más triste. Pero insisto en que esta “bulimia en serie” es un fenómeno muy particular que no tiene nada que ver con el modo de consumo de ese mismo producto en su lugar de origen.




¿Qué diferencias, a grandes rasgos, destacarías entre las series estadounidenses, con las que es más habitual este tipo de atracones, y las series españolas? ¿Sería posible que los espectadores vean una serie española de esta misma forma? ¿Por qué?

¿Diferencias? Todas. Las mismas que hay entre las paellas que hacemos nosotros en Valencia y las que hagan en, pongamos por caso, Austin, Texas. No sé si me explico; la industria audiovisual americana es uno de los pilares económicos del país y tiene una tradición de casi cien años; disponen de los mejores medios, los mejores técnicos, el talento… Nosotros hacemos lo que podemos y nos dejan hacer. Y dadas las circunstancias hay que reconocer que en los últimos años hemos avanzado muchísimo en todos los sentidos. Antes decía que esta edad de oro era fruto de la irrupción de HBO. Pues nosotros no hemos tenido nuestra HBO, desgraciadamente. Tenemos un mercado muy pequeño, con cada vez menos cadenas que puedan permitirse producir ficción, y nuestras series tienen que estar necesariamente dirigidas a un público generalista lo más amplio posible. A pesar de esas (y otras) limitaciones, hacemos series de éxito que además se venden en el extranjero y consiguen premios internacionales. Pero no se nos puede comparar, no ya con los Estados Unidos, tampoco con el Reino Unido, que nunca ha dejado de hacer una ficción de altísimo nivel, aunque llegara aquí con cuentagotas, ni con otros países con industrias audiovisuales mucho más potentes que la nuestra.


Ya que confesabas antes que te has dado atracones de series... ¿con cuáles lo has hecho? ¿Cuándo y durante cuánto tiempo? ¿Repetirías?

Jamás me he bajado una serie de internet pero llevo años comprándome los DVD en cuanto se editan en Estados Unidos. Y todas las he visto en dosis nunca inferiores a dos episodios: “A dos metros bajo tierra”, “Deadwood”, “The Wire”, “The Good Wife”… Todas. ¿Repetir? “Los Soprano” la he visto de cabo a rabo tres veces. “El Ala Oeste”, dos. Son las únicas en las que el mono ha sido tan grande que he tenido que volver a verlas. Y me temo que lo mismo me va a pasar con “Breaking Bad” el día, espero muy lejano, en que se acabe.




Pero la serie más adictiva ha sido “24”. Alguna temporada confieso habérmela visto en dos sentadas. ¿A quién no le han dado las cuatro de la madrugada con Jack Bauer? En cambio, sólo vi la primera temporada de “Perdidos”. Como le dije a un amigo que no entendía que hubiera podido dejarla, engancharme a esa serie hubiera sido como salir con una supermodelo maravillosa con la que tenía claro, sin embargo, que nunca alcanzaría un orgasmo. Mejor dejarla antes de enamorarme de ella. Seis temporadas más tarde tuvo que darme la razón.




¿Se vive y se recuerda más intensamente una serie vista de esta forma? ¿No puede llegar a ser contraproducente ver del tirón una serie? En definitiva, ¿qué ventajas y qué desventajas encuentras a los maratones de series?

La verdad, el único inconveniente que le veo a esta forma de consumir series es que se te acaban antes. Pero como hay tantas que ver nunca te va a faltar tu dosis.

5 jun 2012

W.R. Burnett

"Naces, vas a tener problemas y vas a morir. Eso lo sabes. Y no sabes mucho más."


W.R. Burnett y su esposa Whitney

Así resumía William Riley Burnett su forma de ver la vida, una filosofía que reflejó en sus novelas y guiones. Gran parte de sus novelas fueron adaptadas al cine, a veces por él mismo. Edward G. Robinson se convirtió en una estrella de cine en 1931 tras protagonizar "El pequeño César", la ópera prima literaria de Burnett, en la versión dirigida por Mervin LeRoy. Acababan de inventar el cine de gángsters. Un año más tarde, Howard Hawks añadió una obra maestra al género con "Scarface"; uno de sus guionistas fue Burnett. En 1950, John Huston adaptó (y dirigió) una novela de Burnett, "La jungla de asfalto", en la que tuvo su primer papel importante Marilyn Monroe. Y en los sesenta, Steve McQueen consiguió uno de sus papeles más carismáticos en "La gran evasión".




Burnett era un irlandés locuaz y cascarrabias, o sea, un irlandés. En la memorable entrevista que le hizo Pat McGilligan en el primer "Backstory" (imprescindible serie de libros editada en España por PLOT), Burnett hace gala de su mal genio y de sus categóricas afirmaciones. Como cuando le preguntan por la trama de una de sus novelas: 

"No hay trama. No tengo ninguna trama en mis libros. Sólo vida. Y las relaciones entre los personajes y lo que les pasa". 

O cuando McGilligan comenta que Ben Hecht era un guionista maravilloso:

"No, guionista no. Escritor."

Aunque cuando más cabreado se le nota es cuando habla de "Thunderbolt and Lightfoot" ("Un botín de 500.000 dólares"), la ópera prima como director de Michael Cimino, producida y protagonizada por Clint Eastwood, basada en una novela de Burnett a pesar de que ni le pidieron permiso ni lo acreditaron. El irlandés llama directamente hijo de puta a Cimino y se alegra de que "La puerta del cielo" fuera un fracaso. La novela, "Captain Lightfoot", ya había sido adaptada al cine por Douglas Sirk en 1955 ("Orgullo de raza" en español).





En cuanto a "La Gran Evasión" (1963, dirigida por John Sturges), una de esas películas míticas para los de mi quinta (la descubrimos en la tele, por supuesto), Burnett trabajó en ella basándose por primera vez directamente en hechos reales. Sin embargo, los personajes de los dos americanos, interpretados por James Garner (el inolvidable "conseguidor") y Steve McQueen ("The Cooler King"), son fruto de su imaginación.




Estoy seguro de que no soy el único que conduce una moto por culpa de esta película, ni el único adolescente que ha martirizado a sus vecinos haciendo rebotar interminablemente una pelota de tenis contra el suelo y la pared.




De todas las películas que marcaron nuestra infancia, probablemente sea "La Gran Evasión" la que más me ha hecho disfrutar todas y cada una de las veces que la he visto.

Y Burnett es mi favorito de entre todos los guionistas (perdón, escritores) de su generación, además de uno de los pocos que se mantuvo en la primera división de Hollywood durante cuatro décadas.

Sólo vida... La suya, desde luego, fue algo más que nacer, tener problemas y morir. Pero es que, como buen irlandés, Burnett sabía más de lo que estaba dispuesto a reconocer en público.



29 may 2012

Negozio Olivetti

He de reconocer que a mí me emociona más una olivetti que un tintoretto y la arquitectura moderna más que ninguna otra. Por eso mi lugar favorito en Venecia no es ninguno de sus majestuosos palacios renacentistas, ni ninguna de sus iglesias bizantinas, góticas o barrocas.

Mi rincón preferido no está precisamente escondido en un canal apartado, ni en los jardines de la Biennale, como podría suponerse en una ciudad en la que es complicado toparse con un edificio que tenga menos de doscientos años. Se encuentra en plena plaza de San Marco y hasta hace poco no se podía disfrutar tal como fue concebido por su autor, el arquitecto veneciano Carlo Scarpa (1906-1978). Se trata del Negozio Olivetti, el showroom que diseñó para la famosa marca italiana en el año 1957.


Fachada del Negozio Olivetti, en los soportales de San Marco

Adriano Olivetti, un empresario verdaderamente visionario, le encargó a Scarpa lo que habría de ser un escaparate de los últimos productos de la marca. El arquitecto es responsable de hasta el último detalle de este relativamente pequeño espacio (21 metros de profundidad, 5 de ancho y 4 de altura) que organizó en una planta y un entresuelo al que se accede por una escalera situada en el centro del local. Después de un largo y laborioso proceso de restauración llevado a cabo por el FAI (Fondo Ambiente Italiano), ahora se puede viajar en el tiempo y recorrer el negozio tal como fue diseñado por Scarpa.

La planta baja, con la escultura de Alberto Viani "Nudo al Sole" junto a la entrada.

"In me non c'è che futuro". Son palabras atribuidas a Adriano Olivetti. Hijo de un empresario socialista que fundó la casa en 1908, Olivetti fue siempre un innovador en cuanto a la organización del trabajo, las relaciones con los empleados y la estrategia comercial. En 1959 adquirió Underwood, el gran rival americano, y en 1965 (cinco años después de la muerte del empresario) Olivetti lanzó el P101, considerado el primer ordenador personal.



Refiriéndose a la gran variedad de estilos arquitectónicos que alberga la plaza de San Marco, Le Corbusier escribió: "Todas las técnicas, todos los materiales. Y aun así, cada uno de los arquitectos que  se sucedieron confió en su propia aventura."

En el catálogo que recoge los detalles de la restauración, el historiador Francesco Dal Co explica muy bien la sensación que recibe el visitante actual de este espacio: "El Negozio proporciona un testimonio exhaustivo de la maestría constructiva de Scarpa, de su exquisito gusto en la selección y el uso de los materiales, del grado de sofisticación con el que establece un diálogo entre lo viejo y lo nuevo sin condescender a la moda, de la creatividad que despliega en la incesante invención de detalles constructivos, del uso imaginativo del contraste, de su sensibilidad para capturar atmósferas (...) valores que, en nuestros días, corremos el riesgo de olvidar, ignorar y perder."

Estas son algunas fotos que tomé con mi Iphone del restaurado Negozio:





27 ene 2012

Los Eames, o de la seriedad del placer

Charles Eames y su mujer, Ray, diseñaron muebles, casas, toda clase de objetos, organizaron exposiciones e hicieron películas. Él era arquitecto de formación y ella pintora. Juntos fundaron un estudio conocido como "el 901" por el número del Washington Blvd. de Venice Beach en el que se encontraba. Desde allí y durante cuatro décadas crearon un estilo inconfundible bajo el lema "the best for the most for the least", que yo traduciría así: "lo mejor para cuantos más mejor por cuanto menos mejor".

Su historia se cuenta en el magnífico documental "Eames: the architect and the painter"(2011), dirigido por Jason Cohn y Bill Jersey.








Debo reconocer que a mí me gustaría vivir en un mundo en el que todo, absolutamente todo, hubiera sido diseñado por los Eames. Esa es mi imagen particular del paraíso. Creo que la razón por la que me gustan tanto sus creaciones es porque reflejan perfectamente la filosofía contenida en otra frase que se atribuye a Charles: "take your pleasures seriously" ("tómate tus placeres en serio"). Si en algún lugar reside la verdadera felicidad tiene que ser dentro de esa concepción hedonista de la vida.




Una de las facetas menos conocidas del matrimonio es su condición de cineastas. A lo largo de su vida, los Eames rodaron gran cantidad de películas, algunas con fines promocionales, pero la mayoría educativas, experimentos y caprichos personales.

La más famosa es, probablemente, la literalmente alucinante "Powers of Ten"(1968), un viaje en el espacio y en el tiempo a los confines del universo.




Pero mis favoritas son "Toccata for Toy Trains" (1959) y "Tops" (1969), dedicadas respectivamente a los trenes de juguete y a las peonzas. Yo les hice un modestísimo y torpe pero sentido homenaje aquí.




Los Eames se construyeron su propia casa en Pacific Palisades, frente al océano, conocida también como "Case Study House No. 8" porque el proyecto original formaba parte de un experimento de la revista "Arts & Architecture" que dio lugar a otras viviendas famosas diseñadas por Richard Neutra, Eero Saarinen (socio de Charles en sus inicios) o Raphael Soriano.


Interior de la Eames House


Gracias a los Eames descubrí a Sister Corita, de la que eran grandes amigos. Compartían una misma manera lúdica y al mismo tiempo extremadamente rigurosa de afrontar la vida y el trabajo. Es difícil, si no imposible, encontrar una imagen de Charles, de Ray o de Corita en la que no estén sonriendo. Así debe ser cuando dedicas tu tiempo a hacer más fácil, agradable y cómoda la vida de los demás.


Colección de sellos en homenaje a los Eames

Así debe ser cuando te tomas tus placeres en serio.