"Me refirió esta historia una persona que no tenía necesidad de referirla, ni a mí ni a nadie. El principio de ella puede tal vez achacarse a la seductora influencia que ejercía sobre el narrador el zumo de una antigua vendimia; y el resto del extraño relato es acaso imputable a mi propia incredulidad y escepticismo durante los días que siguieron."
Así comienza "Tarzán de los monos", la primera de las novelas dedicadas al personaje creado por Edgar Rice Burroughs, escritor increíblemente prolífico a pesar de haber empezado relativamente tarde su carrera literaria, cumplidos los treinta y seis años. Publicó historias de ciencia ficción, del oeste y la famosa serie de Tarzán (aquí puede consultarse una bibliografía muy completa). Antes había sido, entre otras cosas, soldado del Séptimo de Caballería, vaquero en un rancho y vendedor de sacapuntas.
Conservo como un tesoro los libros de Tarzán que mis padres compraron para mis dos hermanos mayores cuando estos aún no sabían leer. El primer volumen tiene los nombres de ambos escritos por mi madre y está fechado en 1963. Mis hermanos tenían, por tanto, dos y tres años de edad en aquel entonces. Es muy probable que fueran los primeros libros adquiridos para la biblioteca "infantil" familiar. Yo nací cuatro años más tarde, y recuerdo haber visto siempre esos libros en la habitación que los tres compartíamos. Mucho antes de poder leerlos me gustaba mirar las fotos que ilustraban las portadas. En ellas aparecían los tarzanes del cine; por supuesto Johnny Weissmuller, pero también Lex Barker y otros que no he conseguido identificar.
Los libros eran unas ediciones baratas de Gustavo Gili con tapa blanda que sobrevivieron mal el paso del tiempo. Por eso hace unos años los encuaderné y ahora lucen en mi biblioteca como lo que son, auténticas joyas de la literatura.
Quizá no figuren en los cánones académicos, pero los escritores como Burroughs siempre contarán con el reconocimiento de los millones de lectores que viajaron con ellos por primera vez a lugares exóticos en los que vivieron aventuras increíbles. Historias que, como dice el propio escritor de la de Tarzán, "si no la consideráis digna de crédito, por lo menos estaréis conforme conmigo en que es única, notable e interesante en extremo."
Recuerdo que, con inapelable lógica infantil, deduje que sólo uno de los distintos tarzanes que aparecían en las portadas podía ser el auténtico, y que los demás eran en realidad actores disfrazados de Tarzán. Y tenía claro que el auténtico era el de "El regreso...", sin duda porque las pelis que pasaban por la tele eran las de Weissmuller, pero quizá también porque su foto es la menos glamourosa, y yo no era tonto y sabía que en la selva no sería fácil encontrar un buen peluquero.
ResponderEliminarAh, en el 63 yo sólo tenía 1 año, no 2. Seguro que un sonajero me habría hecho más ilusión que el libro, pero nuestros padres siempre nos regalaban lo que les daba la real gana (con muy buen criterio).
M
"-¿Qué vas a hacer? -pregunté.
ResponderEliminar-Creo que voy a leerle algo -contestó Seymour y tomó un libro.
-Pero, por favor, si tiene diez meses -dije.
-Ya lo sé -respondió Seymour-. Tienen orejas. Oyen"
"Levantad, carpinteros, la viga del tejado", de J.D. Salinger